martes, 6 de septiembre de 2011

Henry Moore, Alián y Boecillo


Muchas noches de este agosto, mientras seguía a la luz de la luna el rastro de la vía láctea desde la carretera de un pueblo perdido y hallado entre Palencia y Burgos, venían a mi cabeza dos imágenes de la exposición de Henry Moore que ha ocupado la sala de Las Francesas durante todo el verano: la de una madre con su hijo en hombros (que ilustraba el folleto de la exposición) y la del cráneo de un elefante.

Ambas imágenes se me habían quedado grabadas en la retina y en el pensamiento como símbolos de dos facetas opuestas de la vida. La madre y el hijo –en las distintas versiones del panel central de la exposición, reflejo de la época en que nació la hija de Henry Moore- me los he encontrado todos los días en ese pueblo, y en los otros dos que me pillaban al alcance de los pedales, en las mil historias sencillas que la gente se cuenta mientras echa la partida en el bar o a las puertas de las casas aprovechando la sombra, o yendo a buscar caracoles tras la tarde de lluvia, o cuando se acompaña a los chavales más pequeños a coger renacuajos en el río.

El cráneo del elefante, por el contrario, se me aparecía como geometría compleja de huesos que se cierran en un todo perfecto pero extraño, armazón de la mente de un monstruo al que no entendemos. Justo como la sociedad globalizada, que intentan explicarla los expertos en crisis financieras o los sociólogos más avezados, pero permanece ajena e inexpugnable a la contemplación, con una apariencia de búnker construido con huesos soldados.

Vuelvo a Valladolid y estas dos imágenes se borran, barridas por el viento helado de las tres muertes de Boecillo, que me traen a la cabeza otras imágenes de desconsuelo contempladas hace mucho tiempo en una exposición del Palacio de Santa Cruz. Con la ayuda de internet, concreto ese recuerdo: era la obra de Alián –Ana Agudo Sánchez-, pintora toledana que retrataba el dolor del mundo en lienzos expresionistas llenos de belleza mientras se iba muriendo con apenas treinta años. Y veo que estas obras han ido a parar a la exposición permanente del museo provincial de Ciudad Real, que este verano ha elegido uno de sus cuadros como obra del mes en el museo: se llama "Ternura azul" y es, nuevamente, una madre con su hijo.

4 comentarios:

  1. Lourdes Mendiburu... No sé, pero se llama igual que una hermana mía. Un saludo cordial

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  2. Ambos cuadros, siendo de distinto autor y estilo, parecen estar echos para posar en el artículo juntos. Aunque de los dos, me quedo con el que evoca el cariño de las escenas rurales.

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  3. Hola, Anónimo. Completamente de acuerdo contigo. De hecho, el cuadro que yo recordaba de Alián no logré encontrarlo, pero éste me llamó la atención tanto por su relación con las muertes de los niños en Boecillo como por esa coincidencia en los colores con el de Henry Moore. Gracias por tu comentario.

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  4. Artículos que son pinceladas como brisa fresca. ¡Muy bien, Dolores!

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