miércoles, 14 de septiembre de 2011

Ser o parecer, esa es la cuestión

No puedo reprimir el rencor que siento hacia el ciclista que me está adelantando en estos momentos. Es un tío viejo –más que yo, que ya es decir-, con una bicicleta de apariencia cutre, vestido fatal (pantalones pirata y una camisa de mangas muy cortas que dejan ver sus brazos tatuados de serpientes y vegetales rocambolescos), con muchos pelos en las piernas y escasos en la cabeza -blancos y mal peinados bajo una gorra más bien sucia-. Hasta imagino percibir un poco de olor a vino además de la música que sale de sus cascos. ¡Y me está pasando a toda pastilla!

Sin embargo, ahora que lo tengo delante, reparo en el psicodélico juego de luces que lleva, situado bajo el sillín (no le falta de nada: piloto, luz de freno e intermitentes) y enganchado por cable a un paquete metálico adosado al cuadro de la bici, del que sale un ruido de chatarra bamboleante al tirar el motor de la cadena y hacer girar el piñón y el plato. ¡Ajá!, con ayuda del vecino...

Liberada del rencor y de la envidia, sigo hacia el trabajo, sumida en una reflexión sobre realidades y apariencias que llevo rumiando varios días y que ha resucitado el ciclista motorizado. Todo empezó con la entrevista que un periódico le hacía  anteayer a Jesús Quijano (mira que me cae bien), en la que afirma que hay que votar a Rubalcaba –en lugar de a Rajoy-, porque tiene una capacidad didáctica y comunicativa excepcional. Sí, ya sé que lo que no se conoce es como si no existe, pero me preocupa ese proceso que se da en muchos políticos, cuyo interés por hacer las cosas bien disminuye a la misma velocidad en la que aumenta su obsesión por contar lo que se está haciendo –o lo que ni siquiera se está haciendo, en el peor de los casos-, fomentada por los profesionales de ese oficio tan pujante que es el de vendedores del traje nuevo del emperador.


Pero, frente a esa feria de las apariencias, también en esta semana de fastos pucelanos me he encontrado con cantidad de realidades: gente que se dedica a hacer las cosas bien, muy bien:

El jueves, Carlos Burguillo, con Tiramisú Teatro (Jesús Cirbián, Manuel Requejo y Vidal Rodríguez en la escena), nos ofrecía en la Sala Borja una representación soberbia de "Arte", de Yasmina Reza, demostración de lo que se puede conseguir cuando se ama el teatro. El domingo, a través del periódico, se despedían de la restauración vallisoletana Julia García y Alejandro Espeso, después de treinta y ocho años ofreciendo una cocina excelente. Ayer mismo, en un calendario más laboral, los estudiantes de ACUP ofrecían, un curso más, el plan de transporte autogestionado Palencia-Valladolid que llevan organizando de forma admirable durante veinticinco años para salud de sus bolsillos y aprovechamiento de su tiempo. Y, ahora que lo pienso, en este momento estará volando hacia México, por encima del océano, un cura joven que el domingo se despedía de Valladolid en la última misa de la tarde pucelana (la de las 21.15, de jesuitas), que últimamente parecía una manifa por la cantidad de gente que se reunía para oírle hablar de cosas tan sencillas como la necesidad de querer a los demás -piensen como piensen y sean del color que sean- con hechos reales.  Como la vida misma.

3 comentarios:

  1. ¿El cura era José María Rodríguez Olaizola?

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    1. Sí, sí, era él. Perdona el retraso (cinco meses largos) en esta respuesta, pero no veía la manera de cómo enterarme del nombre de aquel cura. Ahora veo, en el programa de la Feria del Libro de Valladolid, que mañana pronuncia una conferencia un tal José María Rodríguez Olaizola, y me he acordado de esta pregunta tuya. He buscado en Google fotos suyas, y ahí estaba. Creo que mañana me acercaré a la conferencia.

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  2. Hola, anónimo. No lo sé, pero me enteraré. Yo no lo conocía de nada, solo de haber coincidido varias veces en esa misa en ocasiones aisladas a lo largo de un par de años. Y cada vez que iba allí, había más gente y de más variada edad; y no me extrañaba, porque las cosas sencillas que decía sonaban a ciertas y a vividas. El último domingo que coincidí allí es cuando él anunció que dos días después salía para México.

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