domingo, 13 de mayo de 2012

Esperando a que escampe


Son las cuatro de la tarde del viernes y todavía no he comido. Llevo tres cuartos de hora paseando por los soportales del edificio donde trabajo y leyendo la novela que estos días llevaba en la mochila (Absolute friends, de John Le Carré), mientras espero que escampe para poder volver a casa sin calarme hasta los huesos. Pero he llegado al límite de la espera –esto no tiene pinta de aclarar, ni de amainar siquiera-, así que me merco otra forma de transporte, cuelgo el casco en el manillar de la bici y la dejo aparcada a buen recaudo, no sé si hasta mañana –que me toca trabajar- o hasta el lunes; todo depende de esta lluvia tan necesaria pero que tan triste me pone.

Así comienza un largo fin de semana de mirar por la ventana de vez en cuando para ver si dejan de rebotar las gotas de agua en los charcos o si adelgaza la capa de nubes negras que nos oculta la luz. Pero no: el agua sigue llorando por los cristales y el ambiente gris oscuro me deja sin ánimo para coger un impermeable y un autobús, así que leo el libro y zurzo unos calcetines a la luz de la lámpara, mientras me pierdo la pelea de sumo y la competición de velocistas de los robots que han construido los chavales de Robolid –algo parecido a aquellos chalados con sus locos cacharros, pero en miniatura- que se celebraba en la Escuela de Ingenieros Industriales y en la que han arrasado los de Campodrón (Girona).

Prueba de rastreadores en Robolid 2012. Foto: Carlos Barrena, UVa.

Isabel Coixet y Giambattista Piranesi

Abducida por esa lejanía ensimismada de los días de lluvia -¿o será por el final devastador que Le Carré depara a sus protagonistas?-, absorbo la realidad que nos cuentan los periódicos con un filtro especializado en noticias sombrías o melancólicas. Y así me quedo enganchada de la exposición de Giambattista Piranesi que se ha inaugurado estos días en Madrid y que se exhibirá en Caixa Forum hasta primeros de septiembre: columnas inmensas que se alargan hasta robar a nuestra vista el cielo, si lo hubiere, y escaleras que nos conducen hacia un techo sin salida ni esperanza posible.

Huyo, pues, del periódico hacia la pantalla, pero también allí me espera la melancolía, agazapada en una de las películas más bonitas de los últimos años, "La vida secreta de las palabras", de Isabel Coixet, con el agua jarreando desconsoladamente sobre la plataforma petrolífera en la que un puñado de personajes conjugan sus soledades.

La mano de la justicia, la Fundación Delibes y las flores del desierto

Comienza por fin la semana en que llegó mayo, y vuelvo con la bici a la calle. Entre chuzos, soles y aguarradillas, me escapo hasta el centro cívico José Luis Mosquera para pasar un buen rato en la exposición de proyectos sobre el Campus de la Justicia -me encanta leer los palabros poéticos con los que los arquitectos reflejan sus sueños de cambiar el mundo mediante la ordenación de los espacios-, paseando entre la mano tendida de la justicia del proyecto ganador, los pilares de la justicia, un juego de mallas y esquinas para articular la ciudad con el parque de las Contiendas o las doce tablas de la ley.




Como la exposición dura hasta mañana, los que no hayan visto el proyecto ganador deberán darse prisa porque eso es todo lo que van a ver del Campus –el proyecto- hasta dentro de mucho tiempo, salvo que Ruiz Medrano haga milagros intercediendo ante un Gobierno que –no sé si será también por algún filtro en la mirada de los medios de comunicación- parece estar más amuermado que yo la semana pasada, zurciendo los rotos del déficit mientras espera a que escampe la crisis, pero sin atreverse a emprender ningún proyecto dinamizador por miedo a que le pille algún chaparrón en descampado.

Y es que las personas capaces de llevar adelante iniciativas sólidas en tiempos complicados se parecen, también por su escasez, a las plantas del desierto que se podían ver hasta hoy mismo en la muestra Bosques del Mundo en la plaza del Milenio, que saben sobrevivir y florecer con una tenacidad impresionante.

Casa Revilla, sede de la
Fundación Miguel Delibes
Entre ellas, ocupa el primer puesto en mi cabeza la Fundación Miguel Delibes, que en momentos difícil para muchas otras fundaciones (en estos dos últimos años han sido noticia frecuente la desaparición de algunas emblemáticas como la de Alberti, el cierre del museo Chillida-Leku, los conflictos en las de Oteiza o de Ángel González) han tenido el ánimo no solo de ponerse en marcha, sino también de emprender un vuelo amplio de la mano del Instituto Cervantes de Nueva York, donde han sido bien recibidas sus propuestas. Tres hurras por los hijos de Delibes.

Y, por favor, que el Presidente de la Junta (a quien se lo han pedido), o quien sea, consiga los 2.200 euros que pide La Quimera de Plástico para poder asistir al Festival del Monólogo Latinoamericano de Cienfuegos (Cuba) para el que han sido seleccionados como único representante español. Sería la gota de agua que necesita esta otra planta del desierto vallisoletano.

Las encajeras de bolillos y el misterio de los bancos

Pero claro, para atender a cualquiera de los proyectos de los individuos, familias o empresas que llenan nuestra ciudad –y país y mundo- sería necesario que los bancos destinasen algo –un poco, hombre, que ya está bien- de los miles de millones que se están empleando en cubrir sus inmensísimos agujeros negros en conceder créditos. Sensatos, medidos, controlados, pero créditos, ¡por sus huesos!

Porque de verdad debe de ser muy difícil para cualquier gobierno poner orden en la casa bancaria, en la que se alojan los verdaderos detentadores (nadie les ha elegido ni les controla) del poder. Nadie ha dicho que gobernar con justicia sea fácil, y menos en democracia, pero el resultado de un trabajo difícil siempre es algo grande y satisfactorio. Como un encaje de bolillos. Como los que podrán verse en Simancas el próximo 16 de junio.

2 comentarios:

  1. A ver si tienen suerte los del monólogo porque sería una pena que no pudieran representarnos siendo sólo dos personas a viajar.
    Yo se lo pediría a los de las indemnizaciones millonarias de las cajas intervenidas. Gracias por escribir tan bien

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    1. Poco tardaremos en saber si han tenido esa suerte, ya que el 22 de mayo tienen que haber dado una respuesta definitiva. Yo también se la deseo, porque sería un soplo de ánimo para el teatro, que lo necesita. Y muchas gracias por los buenos ojos con los que lees el blog.

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