sábado, 21 de abril de 2012

Entre lo grande y lo pequeño


Se despierta desconcertado en mitad de la noche, pero enseguida sitúa el ruido de la calle Teresa Gil y las voces de un grupo de chavales que están haciendo botellón bajo su ventana. "Estoy en Valladolid y es noche de sábado", piensa, mientras intenta conciliar de nuevo el sueño. A pesar de este ruido, que los primeros años le hacía preguntarse cuándo dormían los españoles, le gusta la zona por la que transcurre su vida las tres semanas en las que, un par de veces al año, trabaja en Valladolid desde 1981: calle Regalado y Cascajares, plaza de la Universidad -donde instintivamente mira el cartel colgado de la fachada de la Catedral, por ver si el próximo concierto de Pilar Cabrera al órgano allen coincide con una de sus estancias en Pucela-; arzobispo Gandásegui, la Antigua, Paraíso –quizás esta misma tarde vuelva a ver a Pepe, el camarero del Hidalgo que corre maratones y que le habla de cuando estuvo en Baviera- y Sanz y Forés, para llegar a la Facultad de Ciencias.

Gunnar Borstel y Carlos Balbás
Fotos: Carlos Barrena, Universidad de Valladolid
Mientras ato la bici al aparcamiento del callejón de la Facultad de Derecho, pienso que en todos estos años quizás me lo habré cruzado bastantes veces por la calle, pero nunca hubiera imaginado que este señor alto y de ojos azules, con pinta de alemán, era Gunnar Borstel, un prestigioso científico –efectivamente, alemán- de la Universidad de Osnabrück, que ha realizado importantes aportaciones a la Física mundial en el campo de las perovskitas, óxidos metálicos y otros materiales vitales para la superconductividad a alta temperatura, y que ahora mismo va a ser investido doctor honoris causa por la de Valladolid, apadrinado por el catedrático Carlos Balbás.

De Münster a Valladolid pasando por Filadelfia

Cuenta Gunnar Borstel en el paraninfo de la Universidad algo de su vida y de cómo ve el futuro, problemas y posibilidades de la Física. Nos sitúa en la comunidad científica de la Física europea de los años sesenta, en la que "se pensaba que solo dos temas de estudio merecían una investigación básica a fondo: la física de objetos pequeños –partículas elementales, núcleos, átomos y moléculas- y la física del objeto más grande: el universo. El mundo entre esos dos extremos –el mundo que nos rodea: gases, líquidos, macromoléculas y agregados de átomos, materiales condensados y sólidos- se daba por explicado con la teoría clásica".

Sin embargo, Borstel, en 1970 –era entonces estudiante en la Universidad de Münster y debía elegir el tema de su tesina-, tomó una decisión de la que nunca se ha arrepentido: inclinarse por ese mundo intermedio entre lo grande y lo pequeño, y dedicarse a la Física Teórica de la Materia Condensada. Así que tuvo que completar su formación en Estados Unidos, que era donde más se había desarrollado la Física del Estado Sólido. Allí, en agosto de 1980, con motivo de unas conferencias en la Universidad de Pensilvania, conoció al vallisoletano Julio Alfonso Alonso –que pronto volvería a España y, para nuestra fortuna como ciudad, también a Pucela-. "Para mí –afirma Gunnar Borstel- aquel encuentro en Filadelfia fue el comienzo de más de treinta años de cooperación en Física Teórica con mis distinguidos colegas de Valladolid, particularmente con Julio Alfonso Alonso, Luis Carlos Balbás y Andrés Vega".


No hay falta de energía en el mundo, el reto es abaratar su producción y almacenamiento

Este señor alto de ojos azules, con pinta de científico alemán, al que escucho en el Paraninfo, además de enseñar e investigar en la Universidad de Osnabrück, publicar en las mejores revistas internacionales de Física, dirigir más de cincuenta proyectos científicos, colaborar con la Universidad de Valladolid o recibir la Medalla de Oro de la Universidad de Silesia (Katowice, Polonia) por su contribución al desarrollo instrumental y científico de Polonia durante su transición política de los años noventa, también ha tenido tiempo e inquietud para integrarse en la vida social y cultural de Valladolid -asiste con frecuencia a los conciertos del Auditorio Miguel Delibes y se conoce la provincia por los cuatro costados- o viajar por Palencia, Segovia, Salamanca, Burgos o León, para ver castillos y catedrales; o de alquilar un coche junto con su mujer –que le ha acompañado en alguna de sus estancias en Valladolid cuando su propio trabajo se lo permitía- y acercarse hasta Extremadura, Andalucía, Cataluña o Galicia. "Hay algunos sitios de España que no conozco, pero no son muchos", resume sonriendo.


El acto de investidura está a punto de terminar, y ahora Borstel habla de los problemas urgentes que la Física no ha conseguido solucionar de forma satisfactoria en los últimos cuarenta años. "El más importante es la necesidad de procurar energía suficiente para una población mundial que crece continuamente, que en octubre de 2011 sobrepasó los 7.000 millones de personas". Y no es la falta de energía lo que le preocupa –piensa que hay fuentes de energía suficientes para centenares de años-, sino la necesidad de centrarse en los cinco tipos de energías renovables (solar, eólica, hidroeléctrica, biomasa –estas cuatro con una fuente común última, que es la luz solar- y geotérmica) y ser capaces de abaratar su producción y almacenamiento; pero es optimista respecto a ambos desafíos. No lo es tanto, sin embargo, en cuanto a nuestra capacidad o voluntad para disminuir y gestionar los gases como el dióxido de carbono que producimos con el consumo irresponsable del carbón, petróleo o gas natural.

Un poco de luz en las últimas filas de butacas del Paraninfo


Concierto de Laura Vital y Eduardo
Rebollar en el Paraninfo

Han pasado tres días y diez trayectos largos en bici desde la investidura de Gunnar Borstel, y todo mi pedaleo se me ha pasado devanándome los sesos con un interrogante: ¿por qué, en los últimos diez años el Paraninfo de la UVa no consigue llenarse de gente cuando inviste honoris causa a algún científico? (y eso que este miércoles había una densidad importante de científicos premiados entre los asistentes). Y se me juntan en la cabeza varias imágenes y palabras de estos días: el alegato final de Borstel, pidiendo libertad y condiciones favorables para el trabajo creativo de los científicos, sin las presiones de la burocracia interior o de las compañías con intereses comerciales, que alejan a las mentes creativas y van dejando un rastro de gente quemada en departamentos y laboratorios; la actuación de Laura Vital en el paraninfo de la Universidad –allí estaban Gunnar Borstel y su esposa, amantes del buen flamenco-, y su entrevista posterior, en la que habla del duende de la inspiración, que es caprichoso y llega cuando quiere. Y la última investidura multitudinaria que recuerdo, que fue la de Vargas Llosa (1995, paciencia con la carga del vídeo, que merece la pena), quien también estos días es noticia por su valiente ensayo La civilización del espectáculo, en el que pronostica la desaparición de la cultura, y denuncia que "los chefs y los modistos tienen ahora el protagonismo que antes tenían los científicos, los compositores y los filósofos".

Pero, aunque quizás ahora a algunos científicos les falte la libertad y la alegría para pillar la luz y el duende de la creatividad –otros están muy ocupados gestionando su éxito en la feria de las vanidades y las subvenciones, y no quieren prestar "su" prestigio a la universidad de la que forman parte-, había un dato en las tres filas de atrás del Paraninfo que me devolvía el optimismo: treinta chavales, seguramente estudiantes de la licenciatura o del máster de Física, siguieron atentamente la investidura de Borstel, y quizás entre ellos se encuentren futuros científicos dispuestos a luchar en esta civilización en la que, como también dice Vargas Llosa, "el intelectual solo interesa si sigue el juego de la moda y se convierte en un bufón". A lo mejor, cuando lleguen ellos, ya se nos ha pasado esta fiebre de tontería.

sábado, 14 de abril de 2012

Palabras que empiezan por G

Imagen tomada del blog
"Creaciones Claudia"
Acababan de sacar brillo al cielo de la noche, y era como palio de fiesta para mi pedaleo de vuelta a casa. Se me escapaba del cuerpo, para patinar por el firmamento, la alegría pueril de haber burlado a los usureros del hipermercado -que hoy no me hacía muy feliz- llegando por pelos a otro súper menos carero, aunque también menos trasnochador, en el que las alubias verdes (igual de frescas y lozanas) me habían costado justamente la mitad.

Con el ritmo monótono y silencioso de los pedales, el pensamiento volvió a engancharse en la búsqueda de dos palabras que se me habían resistido mientras veía Pasapalabra, y que debían empezar por la letra G. "Tierra, especialmente la cultivada"; y yo buscaba sin éxito en el diccionario de mi memoria: granda, no; gándara, tampoco; grava, menos. "Dar gritos algunas aves, especialmente el grajo, cuervo, etc." Y aunque lo tenía en la punta de la lengua, no acababa de encontrarlo.

Galardones

Me resisto a echar mano del diccionario para buscar esas palabras, aunque eso –ya lo sé de otras ocasiones- me lleva a una especie de fijación obsesiva compulsiva en la que la letra culpable se me aparece en todo lo que leo. Así, veo estos días llenos de Galardones: por una parte, el poeta palentino José María Fernández Nieto ha encabezado el rosario de laureles (que en este año de crisis y poca gracia van con honor pero sin dinero)  que los jurados de los premios Castilla y León irán desgranando de aquí al 20 de abril, y del que ya forman parte también Domingo Emilio Rodríguez Almeida, la Asociación Española contra el Cáncer, el equipo de baloncesto Perfumerías Avenida, Alberto Bañuelos, Constancio González y José Abel Flores. Asimismo, Carlos Pinedo y Anahi Van der Blick se han hecho con el reconocimiento de la Unión de Actores de Castilla y León. Y Fernando Tejerina, junto con Javier Solana, ha recibido la medalla de honor de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas.

Imagen tomada del blog "Odisea 2008"
Gobernanza y Galimatías

Un premio mucho más grande que todos los anteriores (con dotación de pastizal bien empleado) propondría yo para José Antonio de Santiago-Juárez, si logra culminar con éxito y sensatez el proyecto de Ley de Gobernanza que ha prometido presentar a las Cortes regionales a finales de este año. Porque estoy convencida de que nuestro país se juega mucho –muchísimo- en lograr el equilibrio entre un falso autonomismo insensato (que duplica entidades, competencias, y, sobre todo, duplica las ya abundantes administraciones de funcionarios con otras administraciones paralelas de asesores eventuales, institutos y fundaciones sin cuento) y un tirar al monte, estilo Esperanza Aguirre, pidiendo la vuelta al centralismo de llave y candado. Sin embargo, no sé si debo ser muy optimista al respecto, porque en la noticia de esta reunión de De Santiago con alcaldes para pactar el nuevo modelo, nada se aclara de cómo conciliar diputaciones con ayuntamientos y delegaciones de la Junta, y, sin embargo, sí se empieza a nombrar un nuevo ente (los distritos), que, si viene a sumarse a todos los ya existentes,  convertiría la presunta Gobernanza en un auténtico Galimatías.

Galo, Gabacho y Guenó

Y es que ya lo dice Joseph Pérez, el historiador de los comuneros recientemente homenajeado en Villalar: no basta con declararse seguidor de una causa para hacerla realidad. Y mientras leo las informaciones sobre el simposio celebrado en su honor, me doy cuenta de que siempre que se habla de Pérez en España se le llama hispanista Galo, que es el adjetivo que usamos para los franceses que nos caen bien -como Asterix y Obelix-, en contraposición al de Gabacho, que lo reservamos para cuando intuimos prepotencia o desprecio –o actitud lesiva hacia nuestros intereses- en algún vecino del norte de los Pirineos.

En este sentido lo tuvo que sufrir alguna vez el anterior presidente de Renault España, Jean Pierre Laurent, cuando al principio de la crisis empezó a hablar del peligro de las factorías de Valladolid y Palencia. Por eso, cuando lo sustituyó en el cargo un chaval criado en Pucela (con el Twizy y el X87 ya adjudicados a Valladolid), muchos sintieron un alivio que, a juzgar por las entrevistas que José Vicente de los Mozos ha concedido a diversos medios durante el Salón del Automóvil de Ginebra, no era demasiado fundado. Tras entonar las desgracias del escaso mercado en España, de la excesiva exportación y de los costes del transporte en el estrecho de Gibraltar, llega al verdadero meollo de la cuestión: no es suficiente con ser muy competitivo (reconoce que Palencia y Valladolid ya lo son), sino que, como los centros de decisión no están en España, tenemos que ser más atractivos –nada de convenios colectivos, camiones más altos aunque esté comprobado que tienen más posibilidades de volcar incluso cumpliendo los límites de velocidad, trabajar seis días a la semana- que los alemanes, indios y tangerinos, si no queremos ver peligrar el Megane IV en Palencia.

Imagen de la web Educima
Graznar y Gleba
Y yo, que no creo en las revoluciones y tampoco mucho en las huelgas generales lanzadas contra un gobierno que tiene que reducir un déficit imposible, no puedo evitar sentir un poco de repugnancia ante esa exhibición de avaricia monda y lironda vestida de realismo empresarial y adobada con lágrimas de cocodrilo.
¡Eh!, ahora que me doy cuenta, acabo de acordarme de las dos palabras que buscaba: Graznar es el grito de las aves de mal agüero, como el grajo y el cuervo. Y Gleba es la tierra, especialmente la de cultivo, a la que estaban sujetos los siervos antes de que se inventara todo eso de los derechos humanos y los estatutos de los trabajadores.