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Algo así era el Román I |
Toda la culpa la habían tenido el Cheminova que los Reyes
Magos le habían traído a Román, su afición por la química, el abundante carbón
disponible para cocina, brasero y calefacción y la imaginación calenturienta de
los demás hermanos (especialmente Javier), que les llevó a fabricar no solo el
cohete, sino también un detonador, partiendo de un voltímetro viejo de su padre,
y apañarse unos auriculares para realizar la cuenta atrás del lanzamiento con
una solemnidad propia de Houston, aunque la sala de control de la misión estaba
en el cuarto de estar de casa. Mucho antes de la cuenta atrás, ella, pegadas la
nariz y las palmas de las manos a la ventana, no quitaba ojo del cohete y del
frasco de Nescafé lleno de pólvora casera situado sobre el tejadillo de
"Auto Ibérico" -al que se podía salir desde el balcón del cuarto de
estar- y conectado al detonador con un par de cables que pasaban por una
rendija del marco de la ventana.
¡Boom! Casi no reparó en el estampido, que por poco la deja
sorda, ni en la humareda que llenaba el patio y los jardines (ni en el peligro
que había corrido, pegada a un cristal a apenas tres metros de distancia de una
explosión descomunal para ser un experimento casero infantil), porque toda su
atención estaba atrapada en la llamarada que acompañó al lanzamiento y en el
cohete, que subía y subía hasta que lo perdió de vista. Aquello había sido un
éxito –y un susto morrocotudo para los vecinos-, pero, sobre todo, una de las
emociones más grandes de su vida y quizás el inicio de su vocación de química
-¡qué sensación de poder la de comprobar que un experimento lograba lo que
decía la teoría!-, a la que más tarde traicionó por la llamada inexorable del
periodismo.
El satélite Gaia y María
Moliner (Vicky Peña)
El recuerdo de los detalles de aquel día le llenaba la
cabeza y le hacía sonreír mientras aceleraba el ritmo del pedaleo camino del
trabajo y comprobaba la dirección web de la Agencia Espacial Europea anotada en
el dorso de su mano: quería llegar a tiempo de encaminar las tareas urgentes y
poder sacar al menos diez minutos a las 10:12 para contemplar en directo por
internet el lanzamiento
del satélite Gaia.
No lo consiguió, pero esa tarde y otras más volvió a contemplar el lanzamiento en diferido (el reportaje completo y el resumen de los momentos cruciales), dejándose absorber nuevamente por la belleza de la llamarada que acompañaba su despegue y surcaba las nubes y el cielo claro. Aún hoy lo sigue acompañando en su cabeza y calcula que, si nada se ha torcido, mañana llegará al punto Lagrange L2, a millón y medio de kilómetros de la tierra, y desde allí se pondrá a enviar imágenes durante ocho horas al día –y así durante cinco años- a una antena de Cebreros (Ávila) y otra de Australia para que un grupo de científicos de la Agencia Espacial Europea pongan su grano de arena en el conocimiento de lo infinito con un mapa en tres dimensiones de mil millones de estrellas, cada una de las cuales será observada (¡qué vertigo!) más de 70 veces a lo largo de esta misión.
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Foto: ESA - M. Pedoussaut. |
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Foto: ESA |
Mastropiero, Graciela
Henao y Goyo el Catalán
Ni siquiera el tiempo nublado y lluvioso de finales de
diciembre y de lo que va de año –que no permite ver ni una estrella en el
cielo- ha conseguido hacerla regresar a la primera persona del singular del
presente de indicativo; anda deambulando con su bici, empeñada en contemplar
las otras estrellas que se encuentran a ras de suelo: las que sobreviven con
imaginación a la crisis en las
tiendas de barrio de toda la vida -como las descubrió Juan Carlos
Berguices, de ÑFotógrafos-; las que llevan un poco de luz
y calor hasta debajo de los puentes del Pisuerga; la que encuentra en la
calle Santamaría de Valladolid el escenario para el vídeo
de la canción "Metralleta Joe"; la que ha tenido que cambiar de constelación,
de la música a las matemáticas, como Andrés Hombría, porque la gente ya no
compra discos (en la trastienda cerrada de Mastropiero
quedará la estela de tantas tardes que Andrés y Román, el constructor del
cohete, amigos desde casi aquellos tiempos, han dedicado a resolver problemas
matemáticos y a remendar el mundo); o su estrella preferida, Goyo
el Catalán, que a los noventa años continúa cabalgando en su bici a través
de la niebla y la lluvia o bajo el cielo raso de Burgos.
De vuelta de unos recados, ayer se encontró con la exposición de saris de la Casa de la India, y, tras disfrutar un rato acariciando con la punta de los dedos los lienzos de algodón y de seda mientras se colaban al contraluz las imágenes del rickshaw y de la pajarera del patio, saludó a Rabindranath Tagore; luego lo buscó, traducido en la web A media voz -regalo al mundo de Graciela Henao, buscadora y archivera de estrellas-, y allí se refugió en la primera persona del poeta, tan bella en el poema 19 de Gitanjali: "Si nohablas, llenaré mi corazón de tu silencio, y lo tendré conmigo..."
Actualización (4-2-2014).
Hoy me encuentro con que la web "A media voz" no está disponible. Era algo que podía temerse desde que, en enero de 2013, murió su creadora, Graciela Henao. Sin embargo, pocos meses después, la noticia de que la familia de Graciela había donado todo su legado a la Universidad de La Sabana, de Bogotá, y que esta se comprometía a mantener la web, hizo mantener las esperanzas de la supervivencia de este sitio excepcional dedicado a la poesía.
Sin embargo, hoy me encuentro que la web ya no está disponible y que muchas personas huérfanas, como yo, se preguntan en las redes sociales por qué ha desaparecido.
A pesar de haber gastado la tarde rastreando en la web de la Universidad de La Sabana, y no haber encontrado ni rastro de Graciela ni de su web, y a pesar de que el letrero del web host iPower deja clara la pista de que nadie ha pagado los derechos del dominio web, no pierdo la esperanza de que el "temporarily unavailable" sea eso de verdad: temporalmente no disponible. Mientras tanto, he tenido que cambiar los enlaces de mi último párrafo a otros lares poéticos de la red.
Actualización (19-9-2014). Albricias, A media voz vuelve a estar activa
Efectivamente, la web A media voz vuelve a estar activa, con todos los poemas de cientos de autores perfectamente ordenados y transcritos, y con muchos de ellos leídos por la propia voz de sus poetas. Una noticia muy buena para todos los que aman la poesía.