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jueves, 15 de mayo de 2014

Una nueva era

Folleto corporativo de Metales Extruidos
(tomado de su página web)
"Piedra, cobre, bronce, hierro... Metales Extruidos inaugura la edad del aluminio. Un tiempo en el que la calidad de vida llega de la mano de materiales más versátiles. Una era plena de luz. La edad del metal verde por excelencia, que es prácticamente inagotable porque en él se cumple la ley del eterno retorno: puede reciclarse sin límite alguno. La naturaleza nos da los medios, solo tenemos que usarlos".

Estas optimistas declaraciones, que se refieren al material del que está hecho el cuadro de mi bici, y que he leído casi cada noche a lo largo de marzo y abril en la web de Metales Extruidos (en su catálogo corporativo), mientras buscaba en Google a ver si se había resuelto el concurso de esta empresa, me llenaron de nostalgia el pasado lunes, cuando me enteré de que acababa de adjudicarse a la firma mexicana Extrusiones Metálicas. Nostalgia por ese tiempo –hace apenas tres años y medio- en el que la fábrica vallisoletana, recién estrenadas sus nuevas instalaciones del polígono de Jalón, era una de las empresas importantes en Europa en su sector, daba trabajo a 320 personas y abordaba con euforia una nueva era de expansión, presentándose en ferias y mercados con ese instrumento tan pujante entonces de una imagen corporativa llena de glamour, en su caso realizada de forma magistral por la también vallisoletana y desaparecida empresa Treze Comunicación.


Tres años después, el panorama ha cambiado totalmente: los 250 extrabajadores que la empresa tenía en el momento del cierre observan con ansiedad los movimientos del nuevo dueño de Metales –que en la propuesta que le ha valido el triunfo en la subasta garantiza 150 puestos de trabajo durante un año-, para ver si son ciertas sus intenciones de volver a poner en marcha esta planta o si viene –como afirmaba en su estilo "discreto" el Alcalde de Valladolid hace tres meses- para desmantelarla y llevarse la maquinaria a bajo precio.

El inglés que subió una colina pero bajó una montaña

Inconscientemente, esas ganas de adivinar el futuro me han llevado a buscar información en internet para hacerme una idea de cómo es Luis Marco Sirvent, el nuevo dueño de Metales Extruidos –hijo de aragonés y canaria exiliados en México desde la Guerra Civil-; y la sorpresa de encontrar más información relacionada con el mundo taurino que con la industria del metal ha hecho que, de repente, todo este problema de la industria (necesaria pero decreciente industria) vallisoletana se me haya cambiado de registro en la cabeza, llevándome a una estrafalaria asociación de ideas con la novela de Christopher Monger The Englishman who went up a hill but came down a mountain.

En esa novela –y en la desternillante película protagonizada por Hugh Grant, Tara Fitzgerald y Colm Meaney-, dos soldados ingleses semi-retirados llegan en 1917 a Ffynnon Garw, un pequeño pueblo de Gales, con el encargo del Gobierno del Reino Unido de actualizar y completar los mapas del país. Allí han de medir lo que los lugareños llaman "la primera montaña de Gales", que resulta ser una colina porque le faltan unos pocos pies para llegar a los mil. Ante tamaña ofensa, todo el pueblo se une –con el cura y el tabernero comecuras al frente- y logran subir desde el río hasta la cima la tierra necesaria para añadirle a la colina la altura que la convierta en montaña; mientras se consuma la hazaña, Betty de Cardiff, belleza local encargada de retener a Reginald Anson para que no se vaya del pueblo antes de volver a medirla, cumple su tarea con tal acierto que Anson se queda en Ffynon Garw para siempre.

Aunque aquí no tendría mucho sentido buscar a una Betty de Cardiff, ya que en Pucela somos poco dados a las hazañas colectivas en defensa de lo nuestro -apena leer en la entrevista que Ángel Blanco le hacía recientemente a Vicente Garrido cómo, mientras medio mundo pide piezas a Lingotes Especiales, Renault, "nuestra" Fasa del alma, no le compra una desde hace 20 años-, a lo mejor se podría encontrar en el ámbito taurino un enganche para Marco Sirvent que le haga sentirse a gusto en nuestros predios y desear sentar raíces en la villa. Pena que no hayamos llegado a tiempo de la Feria de San Pedro Regalado, habrá que esperar a la de la Virgen de San Lorenzo.

La charca de plata

Todos estos días alargo el camino de vuelta a casa dando rodeos con la bici: en ocasiones, para devolver libros a la biblioteca o sacar alguno nuevo (¡vaya!, acabo de encontrar un artículo en el que veo reflejada mi vida y mis trayectos como si me hubieran seguido con una cámara); otras veces para gozar un rato más del olor y el color de la hierba y los árboles en los jardines que bordean mi camino; y hoy, por ejemplo, para acercarme de nuevo a una pequeña charca –en realidad, pequeño charco- formada en el desnivel de una plazuela en pleno casco urbano, donde me contaron que a finales de marzo se había instalado una pareja de patos.

Ya no estaban, pero muchos días me he preguntado qué habrían visto las aves en ese trocito cutre de humedad para detener su vuelo y apañarse un habitáculo tan precario. Una tarde, fotografiándola, me pareció que el reflejo de la luz en el agua transfiguraba el casi fango en charca de plata.

Loli, Antonio y el escaño de los empresarios VIP

Y volví a recordarlo el pasado miércoles, cuando un desfile de coches de lujo tomaba posesión de las pantallas del telediario, casi a la vez que Loli y Antonio, vecinos del pueblo murciano Javalí Nuevo, evitaban, por sexta vez, ser desahuciados de su casa por la deuda a un prestamista. Los bugas despampanantes eran de los empresarios del Consejo de la Competitividad, que se reunían con Rajoy en la Moncloa. Mientras este bajaba los escalones para hacerse la foto de familia, cada milloneti se colocaba en el espacio que el protocolo le había adjudicado, escrito en el suelo o en el escaño. "Todo en su sitio, aquí no ha pasado nada", parecía querer proclamar la imagen. Pero no es cierto: sí ha pasado algo, y todos –todos menos ellos- estamos un poco más pobres. Algunos, mucho más, como Loli y Antonio.

Reunión de Rajoy con el Consejo de la Competitividad
(foto tomada de la web de Presidencia del Gobierno)
Quizás sí ha comenzado una nueva era; en la industria del metal, puede que sea la del aluminio –ojalá en Valladolid-, pero en la sociedad internacional creo que es la era de la reconstrucción de los sueños rotos, en la que, poco a poco, nos tendremos que apañar para convertir el lodazal que ha dejado la corrupción y la avaricia en un lugar más habitable, como supieron hacer dos personas que nos han dejado en los últimos meses: Adolfo Suárez, que logró transformar el charco sucio de la dictadura en un habitáculo para la democracia y la reconciliación; y Pepe Relieve, que transfiguraba casetas desvencijadas o bajeras –y a punto estuvo de lograrlo con un mercado de abastos prefabricado- con su poción mágica de libros y palabras.

jueves, 6 de marzo de 2014

Dentistas y periodistas

Intento no pensar; ignorar la sensación de que me están apresando la muela con una especie de gato de carpintero para operar en ella con esas fresas que siempre temo que acaben dándome un tajo en la lengua; en su lugar, centro mi atención en la decisión de cómo colocar mi mano derecha –nunca me planteo dónde he puesto la izquierda, ni me molesta, pero la derecha es una especie de estorbo supernumerario cuya presencia me resulta ridícula posada en cualquiera de las partes del sillón o de mi propio cuerpo-. El único consuelo es que mi dentista es diestro en su oficio y pronto me veo enjuagándome con un vaso del que percibo solo la mitad de su borde, porque el resto coincide con el trozo de boca y de cara que ha quedado suspendido en el vacío de la anestesia.

Conferencia de David Levy en el Club Internacional de Prensa de Madrid
(foto tomada de la web Celebrating Journalism
)
Ahora, apenas cuatro horas después de los hechos de marras, ya ni me acuerdo de ninguna de estas sensaciones: el rato pedaleando en la bici con el viento de frente hasta el aparcamiento, las dos horas de viaje en coche a Madrid en amena charla con sendas amigas, y los cinco minutos que llevo con todos los sentidos puestos en entender el inglés de Oxford del conferenciante David Levy han girado toda la atención de mi cerebro hacia la panorámica que este observador nos ofrece de la profesión a la que he dedicado más de media vida y que ahora, como casi siempre, se encuentra en una encrucijada compleja.

Patronos, patrones y plumillas

"Corren tiempos duros para las empresas periodísticas, pero no somos una industria agonizante", afirma Levy, y yo me dispongo a escuchar pacientemente la correspondiente dosis de estereotipos manidos. Pero me equivoco, porque el director del Reuters Institute –organismo de la Universidad de Oxford para el estudio del Periodismo- tiene esa sencillez arrolladora de los conferenciantes excepcionales, que hacen disfrutar a la audiencia mientras le endiñan una carga de profundidad compuesta por ánimos y desafíos a partes iguales.

Desde la turbia arena de los análisis sociológicos a pie de calle, el informe anual del Reuters Institute va poniendo un poco de luz y de orden a través de trece preguntas claras que han realizado a una muestra de audiencias de nueve países (seis europeos, Estados Unidos, Brasil y Japón), y de las que  empieza a extraer conclusiones -merece la pena echar un ojo al informe de Levy para juzgar por uno mismo-: la demanda del producto informativo sigue creciendo constantemente en el conjunto de los soportes (periódicos tradicionales, digitales, televisiones, radios, buscadores de noticias) y, en lo digital, desde todos los dispositivos: ordenadores, tablets y móviles. Sin embargo, hay muy poca gente que haya pagado por noticias digitales, aunque esa pequeña cantidad va creciendo tímidamente; y muchas más personas estarían dispuestas a pagar por esos contenidos en un futuro, si se les ofrece un producto de calidad (el caso del Brasil urbano es llamativo).

El desafío, concluye nuestro disertador, es entender mejor a los lectores (oyentes, telespectadores, internautas), estar presente en todos los soportes tecnológicos y flexibilizar las fórmulas de pago: quién debe pagar, cuánto, por qué contenido. Y yo me quedo tan tranquila, pensando que vale, que es cosa de los patrones –que se estrujen la materia gris los empresarios-; pero resulta que no, que en este día del patrono de los periodistas –ese chico de familia bien de la Alta Saboya que se hizo cura en secreto y se dedicaba a escribir panfletillos y repartirlos por las casas de Thonon-les-Bains para refutar las teorías calvinistas, lo que le valió algún disgustillo, como dos intentos de asesinato-, la última conclusión vuelve a depositar el peso de la responsabilidad sobre las cansadas espaldas de los plumillas que abarrotamos el Club Internacional de Prensa de Madrid; porque lo más importante para todo el negocio es lograr ese valor añadido para el contenido periodístico, por el que la gente estará dispuesta a pagar, y que tiene dos nombres: especialización y análisis profundo.

Pilar Citoler y el queso de Enid Blyton 

 Ato la bici al único canalón de la plazuela del centro comercial Las Francesas, junto al salón de té, y me dirijo rápida a ver la exposición "Personajes y miradas", de la colección Circa XX, de Pilar Citoler, para la que dispongo de poco tiempo, porque en el camino he parado dos veces a observar sendas manifestaciones -la de los preferentistas, junto al Bankia de la calle María de Molina, y la de los trabajadores de Metales Extruidos, en la calle Platerías-, ambas escasas de gente y de esperanza.

El andaluz perdido, de José Caballero, primera
obra de la colección de Pilar Citoler
(no incluida en esta exposición).
Foto tomada de la web del IES José Caballero
Le declamo mi código postal al controlador de la exposición, me dejo absorber por la mirada profunda de Kevin, un hombre negro al que retrató Pierre Gonnord, y continúo mi recorrido -en sentido contrario a las agujas del reloj, a ver si así gano tiempo- admirando fotografías de RobertMapplethorpe o de Joseph Beuys, dibujos como L'archeologo de Giorgio de Chirico y pinturas como la serie Studies of Male Back, de Francis Bacon, para terminar con la fotografía Zoo when it snows, de Maggie Cardelus; y, mientras pedaleo a toda pastilla de vuelta al trabajo, tengo el mismo desconcierto que sufría de pequeña cuando leía los libros de Enid Blyton: el placer con el que sus niños británicos merendaban queso y pan de jengibre entre aventura y aventura me hacía ir al armario de la cocina convencida de que, esta vez sí, me gustaría el queso, pero nuevamente experimentaba la decepción de comprobar que me sabía tan mal como de costumbre. Es verdad que ahora me gustan todas las clases de queso, y cuanto más fuertes mejor, pero no tengo la misma confianza en llegar a adquirir el paladar adulto para el arte contemporáneo: por mucho que lo intento, por ahora solo he logrado que me gusten las variedades más suaves, como las miradas de Gonnord o las madres de Henry Moore.

Linkedin me sugiere felicitar a mi amiga por su nuevo trabajo: desempleada en el INEM

Ha pasado más de un mes desde mi peregrinación entre el dentista y la conferencia de David Levy, pero algún engarce ha quedado en mi cerebro relacionando las profesiones de odontólogo y periodista; a ello contribuyó esa visita a la exposición de Pilar Citoler, veterana profesional del ramo que ha creado una colección de arte de valor incalculable invirtiendo lo ganado a base de empastes, limpiezas e implantes. Y es que estamos dispuestos a pagar lo que sea por que alguien nos quite un dolor insoportable y ponga nuestra boca en condiciones de comernos la vida. Sin embargo, los periodistas somos más bien como el dolor de muelas: siempre tocando las narices con lo que va mal, señalando las caries del paro y de la injusticia, las gingivitis de las chapuzas y la piorrea de la corrupción, que a punto ha estado de arruinar toda la dentadura del país –del continente, del globo- y que sigue supurando.

En el mejor de los casos, un periodista es un buen ojeador que ayuda a ver las piezas dañadas –y las sanas, no las vayan a quitar por equivocación- a los posibles dentistas sociales (políticos, economistas, jueces, educadores). Un ojeador, eso sí, que debe amoldarse a los nuevos soportes y tecnologías con inteligencia para no caer en sinsentidos de la comunicación como el que el otro día me proponía Linkedin: "felicita a Maica por su nuevo trabajo". Y yo, eufórica, pensando que había mejorado su situación, pinché en el enlace para felicitarla, y me encontré la información completa: "Maica es ahora desempleada en el INEM. Felicita a Maica".


Preferentistas junto al Bankia de María de Molina, y trabajadores de Metales
Extruidos en la calle Platerias
En estos días de lluvia y viento, mientras agarro el manillar con firmeza y me pongo de pie sobre los pedales para soportar mejor las embestidas de la ráfagas cambiantes, pienso en Maica y también en el grupo de manifestantes de Metales Extruidos, que llevan soportando desde diciembre las rachas cambiantes de las decisiones y propuestas de los administradores concursales, del juez y de las dos empresas en liza. Ojalá se resuelva con acierto esta especie de puja de última hora entre Gryphus y Extrusiones Metálicas. Y, sobre todo, ojalá cumplan lo que tan devotamente están prometiendo al juez y a los administradores concursales para hacerse con el pastel.

miércoles, 24 de julio de 2013

Tres tiendas y una bicicleta (solidaria)

Fotografía de la exposición "El ocaso del imperio"
Sí, ya sé que la ley de los grandes números no se ocupa de cantidades tan pequeñas como el dos y el tres, pero el impulso que guía mis pedaladas en el final de esta tarde no tiene mucho que ver con la teoría de la probabilidad, sino con el convencimiento primario de que "a la tercera va la vencida" y con el mero afán de probarme a mí misma que el destino no tiene ningún contubernio contra mi felicidad -qué trágica y solemne me estoy poniendo-, ni siquiera contra mi empe(¿cinamiento?)ño en procurarme un pequeño disfrute después de una tarde intensa de trabajo y antes de retirarme al descanso uniforme del sueño en esta vida de vacas estabuladas en que a veces se convierte la rutina.

Así que después de sendos fracasos al intentar visitar los "Pinares castellanos" de Marcos Isamat en la Fundación Segundo y Santiago Montes (así me entero de que esta sala solo abre los fines de semana) y al llegar a la biblioteca de Filosofía y Letras un minuto después de que hayan cerrado –curiosamente empezaba hoy su nuevo horario de verano-, apuro  la marcha de la bici cambiando a un piñón más pequeño y me llego hasta la sala de exposiciones del Teatro Calderón; el desafío es grande, porque ya son las nueve y cinco de la noche, pero allí está el guiño de la buena suerte esperándome nada más tomar la curva de la calle Angustias a Leopoldo Cano: la puerta está abierta de par en par, y la luz, que seguirá encendida hasta las nueve y media, ilumina para mí –soy la espectadora solitaria de última hora- esos rostros y paisajes en los que Kapuscinski buscaba aprehender la realidad del imperio ruso desmoronándose y perseguir a una historia que él percibía como furtiva, escapándosele de las manos.

Ryszard Kapuscinski (fotografía tomada
del dossier de la exposición)

Un olivo y un pañuelo de seda al viento

Con la distancia se gana perspectiva: lo del otro día, más que empeño o empecinamiento, era un intento de paliar la frustración por no haberme construido a tiempo las tres bíblicas tiendas para quedarme a vivir, por ejemplo, en la placita junto al puente de la tía Juliana, rincón bucólico de Valladolid que he conocido gracias a la celebración del centenario del nuevo trazado de la Esgueva -allí disfruté una mañana de domingo con la narración de José Manuel de la Huerga, que, a modo de juglar, nos adelantó las primicias de su próxima novela, y, dos domingos después, de la poesía de Olvido García Valdés-; o para instalarme una temporadita entre las esculturas de Venancio Blanco -a la sombra del hormigón (blanco) de las Cortes-, en una de las exposiciones más bonitas  y amables que recuerdo, en la que los textos impresos en los paneles y un audiovisual breve y magnífico ayudan a comprender y disfrutar la transfiguración que en el acero corten, en el bronce o en la madera han operado la mirada y las manos de este artista excepcional, grande.

José Manuel de la Huerga en la plaza
junto al puente de la tía Juliana

Exposición "El espíritu de Castilla y León en la obra
de Venancio Blanco"



Pero el caso es que una tarde tuve que ir a comprar la cinta con la que luego arreglé la persiana del cuarto de estar; otra tarde la destiné a la peluquería para evitar la crueldad mañanera del espejo con mis canas; otra, a comprarme unas sandalias y un par de blusas; una más, a llevar los edredones a la tintorería; y así hasta ciento, perdiendo la oportunidad de dedicarme a esa vida contemplativa de la belleza a la que me sentí llamada bajo el olivo del puente de la tía Juliana, mientras una brisa leve rizaba el pañuelo de seda que vestía la mesa sobre la que la voz de Olvido acariciaba las palabras mágicas de su libro y las hacía volar hasta tomar posesión de nuestros corazones embriagándolos con una mezcla de dulzura y tristeza. Por tanto, he tenido que quedarme a vivir a la intemperie de política y de incertidumbre que nos asalta cada mañana desde las páginas de los periódicos, intentando convencerme de que quizás lo mío no sea la mística sino la ascética.

Olvido García Valdés



La soledad de Metales Extruidos y la ascética del periodismo comprometido

Así me lo confirma el canto estridente de las chicharras, único sonido que acompaña mi pedaleo por la calle Kilimanjaro, de Pinar de Jalón, a las tres y media de esta tarde de calor inmisericorde en la que he decidido averiguar dónde se encuentra Metales Extruidos ante la ubicación incorrecta de los mapas de Google al respecto –extraña excepción en esta utilísima aplicación de información geográfica-.


Después de atravesar bajo la VA-30 por un camino de barro, me encuentro en el ilocalizable polígono industrial de Jalón, solo poblado por farolas comunicadas entre sí por calles dedicadas a los parques naturales (Monfragüe, Oyambre, la Laguna Negra, los Montes Obarenes o Somiedo), en las que alguna banda de cacos chatarreros ha arrancado las tapas de todas las alcantarillas y bocas de instalaciones, dejando unos cráteres que los vecinos paseantes del Canal del Duero han señalizado con un bosque de ramas secas que acentúa la sensación de abandono. Al fondo de una de estas calles, y apoyando su soledad contra la espalda de la factoría de Fasa, se encuentra la rutilante nueva fábrica de Metales Extruidos, estrenada hace poco menos de cuatro años con el objetivo de aumentar su competitividad, pero que no ha podido con la crisis y que ahora se enfrenta al cierre definitivo al no haber aparecido ningún extrusionador de metales que la devuelva a la vida.

Metales Extruidos, esperando un comprador
que evite el cierre definitivo

Bocas de conducciones sin tapas en el
polígono industrial de Jalón

Ya de regreso en casa, mientras escribo rápidamente a Google Maps y les comunico el error de localización de la fábrica -no vaya a ser que haya alguien interesado en la compra y no sepa dónde encontrarla-, el magín se me va a los 300 trabajadores que pueden unirse a la población creciente de parados; y a los 561 del Grupo Lince que han accedido a ver disminuido su sueldo para no ser despedidos. Y vuelve el pensamiento a Kapuscinski, porque en este momento, en el que el cansancio de la crisis agudiza la náusea ante la panda de listillos glamurosos que se han estado llevando a espuertas el pan de los hijos de mucha gente, cobra especial importancia el papel que este amigo de Heródoto concebía para el periodismo –contar la realidad para ayudar a cambiarla- y que le llevó a recorrer, en el viaje que nos ha narrado la exposición de estos días, más de 60.000 kilómetros para conocer y contar el ocaso de ese imperio llamado Unión Soviética.

Ismael Alonso (foto de Dos Santos para La Razón,
tomada de la web "Pedaladas contra el cáncer")
¡Aúpa, Ismael!

Y también en este momento emociona aún más la hazaña que Ismael Alonso, periodista y ciclista deValladolid, ha comenzado a las cinco de esta madrugada: recorrer de una tacada, sobre los pedales de una bici, los 800 kilómetros del Camino de Santiago para rendir homenaje a su amigo y compañero de rutas ciclistas José Ramón Botellas, que murió de cáncer en 2011; de momento, con los entrenamientos para esta machada ya ha recorrido otros 1.300 kilómetros, con los que ha recaudado 9.000 euros para la Asociación Española Contra el Cáncer. Y nos ha devuelto un poco de esperanza: en el periodismo, en el ciclismo y en la lucha contra tanto cáncer.