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Folleto corporativo de Metales Extruidos (tomado de su página web) |
"Piedra, cobre, bronce, hierro... Metales Extruidos
inaugura la edad del aluminio. Un tiempo en el que la calidad de vida llega de
la mano de materiales más versátiles. Una era plena de luz. La edad del metal
verde por excelencia, que es prácticamente inagotable porque en él se cumple la
ley del eterno retorno: puede reciclarse sin límite alguno. La naturaleza nos
da los medios, solo tenemos que usarlos".
Estas optimistas declaraciones, que se refieren al material
del que está hecho el cuadro de mi bici, y que he leído casi cada noche a lo
largo de marzo y abril en
la web de Metales Extruidos (en su catálogo corporativo), mientras buscaba
en Google a ver si se había resuelto el concurso de esta empresa, me llenaron
de nostalgia el pasado lunes, cuando me enteré de que acababa de adjudicarse a
la firma mexicana Extrusiones Metálicas. Nostalgia por ese tiempo –hace apenas
tres años y medio- en el que la fábrica vallisoletana, recién estrenadas sus
nuevas instalaciones del polígono de Jalón, era una de las empresas importantes
en Europa en su sector, daba trabajo a 320 personas y abordaba con euforia una
nueva era de expansión, presentándose en ferias y mercados con ese instrumento
tan pujante entonces de una
imagen corporativa llena de glamour, en su caso realizada de forma magistral
por la también vallisoletana y desaparecida empresa Treze Comunicación.
Tres años después, el panorama ha cambiado totalmente: los
250 extrabajadores que la empresa tenía en el momento del cierre observan con
ansiedad los movimientos del nuevo dueño de Metales –que en la propuesta que le
ha valido el triunfo en la subasta garantiza 150 puestos de trabajo durante un
año-, para ver si son ciertas sus
intenciones de volver
a poner en marcha esta planta o si viene –como afirmaba
en su estilo "discreto" el Alcalde de Valladolid hace tres meses-
para desmantelarla y llevarse la maquinaria a bajo precio.
El inglés que subió
una colina pero bajó una montaña
Inconscientemente, esas ganas de adivinar el futuro me han
llevado a buscar información en internet para hacerme una idea de cómo es Luis
Marco Sirvent, el nuevo dueño de Metales Extruidos –hijo de aragonés y
canaria exiliados en México desde la Guerra Civil-; y la sorpresa de encontrar
más información relacionada con el mundo
taurino que con la industria del metal ha hecho que, de repente, todo este
problema de la industria (necesaria pero decreciente industria) vallisoletana
se me haya cambiado de registro en la cabeza, llevándome a una estrafalaria
asociación de ideas con la novela de Christopher Monger The Englishman who went up a hill but came down a mountain.
En esa novela –y en la desternillante película protagonizada
por Hugh Grant, Tara Fitzgerald y Colm Meaney-, dos soldados ingleses semi-retirados
llegan en 1917 a Ffynnon Garw, un pequeño pueblo de Gales, con el encargo del
Gobierno del Reino Unido de actualizar y completar los mapas del país. Allí han
de medir lo que los lugareños llaman "la primera montaña de Gales",
que resulta ser una colina porque le faltan unos pocos pies para llegar a los
mil. Ante tamaña ofensa, todo el pueblo se une –con el cura y el tabernero
comecuras al frente- y logran subir desde el río hasta la cima la tierra
necesaria para añadirle a la colina la altura que la convierta en montaña;
mientras se consuma la hazaña, Betty de Cardiff, belleza local encargada de
retener a Reginald Anson para que no se vaya del pueblo antes de volver a
medirla, cumple su tarea con tal acierto que Anson se queda en Ffynon Garw para
siempre.
Aunque aquí no tendría mucho sentido buscar a una Betty de
Cardiff, ya que en Pucela somos poco dados a las hazañas colectivas en defensa
de lo nuestro -apena leer en la entrevista que Ángel Blanco le hacía
recientemente a Vicente Garrido cómo, mientras medio
mundo pide piezas a Lingotes Especiales, Renault, "nuestra" Fasa
del alma, no le compra una desde hace 20 años-, a lo mejor se podría encontrar
en el ámbito taurino un enganche para Marco Sirvent que le haga sentirse a
gusto en nuestros predios y desear sentar raíces en la villa. Pena que no
hayamos llegado a tiempo de la Feria de San Pedro Regalado, habrá que esperar a
la de la Virgen de San Lorenzo.
La charca de plata
Todos estos días alargo el camino de vuelta a casa dando rodeos
con la bici: en ocasiones, para devolver libros a la biblioteca o sacar alguno
nuevo (¡vaya!, acabo de encontrar un
artículo en el que veo reflejada mi vida y mis trayectos como si me
hubieran seguido con una cámara); otras veces para gozar un rato más del olor y
el color de la hierba y los árboles en los jardines que bordean mi camino; y
hoy, por ejemplo, para acercarme de nuevo a una pequeña charca –en realidad, pequeño charco- formada en el
desnivel de una plazuela en pleno casco urbano, donde me contaron que a finales
de marzo se había instalado una pareja de patos.
Ya no estaban, pero muchos días me he preguntado qué habrían
visto las aves en ese trocito cutre de humedad para detener su vuelo y apañarse
un habitáculo tan precario. Una tarde, fotografiándola, me pareció que el
reflejo de la luz en el agua transfiguraba el casi fango en charca de plata.
Loli, Antonio y el
escaño de los empresarios VIP
Y volví a recordarlo el pasado miércoles, cuando un desfile
de coches de lujo tomaba posesión de las pantallas del telediario, casi a la
vez que Loli y Antonio, vecinos del pueblo murciano Javalí Nuevo, evitaban,
por sexta vez, ser desahuciados de su casa por la deuda a un prestamista. Los
bugas despampanantes eran de los empresarios del Consejo de la Competitividad,
que se reunían con Rajoy en la Moncloa. Mientras este bajaba los escalones para
hacerse la foto de familia, cada milloneti se colocaba en el espacio que el
protocolo le había adjudicado, escrito en el suelo o en el escaño. "Todo
en su sitio, aquí no ha pasado nada", parecía querer proclamar la imagen.
Pero no es cierto: sí ha pasado algo, y todos –todos menos ellos- estamos un
poco más pobres. Algunos, mucho más, como Loli y Antonio.
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Reunión de Rajoy con el Consejo de la Competitividad (foto tomada de la web de Presidencia del Gobierno) |
Quizás
sí ha comenzado una nueva era; en la industria del metal, puede que sea la del
aluminio –ojalá en Valladolid-, pero en la sociedad internacional creo que es
la era de la reconstrucción de los sueños rotos, en la que, poco a poco, nos
tendremos que apañar para convertir el lodazal que ha dejado la corrupción y la
avaricia en un lugar más habitable, como supieron hacer dos personas que nos
han dejado en los últimos meses: Adolfo Suárez, que logró transformar el charco
sucio de la dictadura en un habitáculo para la democracia y la reconciliación; y
Pepe
Relieve, que transfiguraba casetas desvencijadas o bajeras –y a punto
estuvo de lograrlo con un mercado de abastos prefabricado- con su poción mágica
de libros y palabras.