![]() |
Salto y poblado de Saucelle |
![]() |
Casa rural junto a la desembocadura del río Huebra en el Duero |
![]() |
Caseta de cabrero en una majada de Aldeadávila de la Ribera |
![]() |
Pozo de los Humos en Masueco. Foto: Mercedes Arranz |
![]() |
Barca en el Duero, en Freixo de Espada à Cinta |
Así comenzó un viaje de tres días al paraíso de Las (Los) Arribes del Duero en el que sus pulmones se llenaron de aire limpio, sus ojos de cascadas, presas, montañas, nubes, águilas, buitres y cigüeñas negras, y su cabeza de historias sobre la construcción de los saltos del Duero, sobre las personas que vivieron y murieron en ese empeño, sobre los cabreros que habitaban en los riscos y de noche pasaban cargamentos de contrabando con Portugal para ganarse la vida; y, entre grandiosidad de miradores y paz silenciosa de paseos en barca, todavía quedó tiempo para acercarse a la Feria del Queso de Hinojosa y encontrarse allí, en un stand como una isla extraña entre puestos de queso y miel y templetes para bailes regionales, cuatro ejemplares clonados de su mismísima bici: era un mudo reproche de la gemela que esperaba abandonada en el garaje de su casa mientras ella andaba de pingo por cumbres y collados.
A la vuelta de ese puente del uno de mayo, Valladolid fue
tomada por las nubes, que decidieron quedarse a vivir todo el mes en este
valle, celebrando cada mañana una manifestación y cada tarde una fiesta. Hoy
mismo, a ella y a su bici les acompañaba una pandilla variada y jaleosa; la
jefa del clan, una nube gorda y morena, se tiró un pedo sonoro, y las de
alrededor se meaban de la risa (ya ves, no eran los ángeles los que se hacían
pis cuando llovía) en una lluvia juguetona que paró enseguida para dejar paso
al cambio de viento y a las formas locas del resto de las nubes, que se
pusieron a jugar al escondite, al "tú la llevas", y que se despelujaron imitando
a cantantes de rock con tupés desmesurados. Ella se dejó llevar por ese aire de
fiesta irreal, del que eran cómplices hasta los documentales de TVE2, que la
recibieron, ya duchada y almorzada, con unas justas
guerreras entre dragones de Komodo cubiertos por su cota de malla.
Pero no era solo ella, sino toda la ciudad, la que festejaba
las aguas de mayo como presagio de una buena cosecha: se lanzaron los pucelanos
a caminar
bajo los nubarrones recaudando fondos para Asprona, a correr en la media
maratón universitaria o a empaparse en la Carrera
de la Ciencia; y no pudo faltar la formulación económica e informática del
protagonismo núbeo, a cargo de José María Zamora, director de Microsoft
Ibérica, quien aseguró a los estudiantes de Económicas que las
pymes debían subirse a la nube si querían crecer.
Y era cierto, se dijo. Pensándolo bien, en la nube encontró
ella la posada rural, el poblado de Saucelle, los land rover que les llevaron
por los innumerables miradores y observatorios de aves, los pasajes para el
crucero fluvial y hasta los restaurantes en los que comieron, distinguiéndolos
de otros mil parecidos por las opiniones de viajeros anteriores también
colgadas en la nube. Mira por donde, a pesar de los innumerables reproches de
Sor Raquel hace cuarenta y tantos años, resulta que no era tan malo estar en
las nubes, siempre que no fuera en una llamada Inopia.
... escapar a la luna...
Uno de los pocos días en que las nubes dieron tregua -y el pronóstico meteorológico prometía otros dos o tres días de secano- hizo de tripas corazón, se colocó la mascarilla que tanto la agobiaba al respirar, y ayudó a su pareja a fumigar el manzano, el peral, el ciruelo y el cerezo. Nunca se había sentido agricultora ni hortelana -no se encontraba cómoda manipulando a la naturaleza para que le diera de comer-, sino más bien paseante pijo-romántica, de las que imaginaban que dejando los árboles a su libre albedrío se formarían jardines salvajes y misteriosos. El trajinar para la supervivencia era cosa de parias hiperactivos o de explotadores egoístas; lo suyo -y lo de todo idealista que se preciara- era la contemplación filosófica y la crítica de la razón pura, con permiso de Immanuel Kant.
En cierta forma, se encontró retratada pocos días después en
el proyecto que unos estudiantes y su profesora habían diseñado para participar
en el concurso
Odysseus con un asentamiento lunar, a modo de comuna utópica, en el que no
faltaba detalle para una convivencia teóricamente más humana. Y se acordó de
una canción que también les enseñaba Sor Raquel -¿o sería Sor Anunciación?- en parvulitos
y en primaria, en la que se glosaba la aventura de los niños del colegio de
Santa Juana, que se proponían construir un barquito de vela "para vivir en
el centro del mar, porque ya no se puede vivir en la tierra" -decían,
angelitos, sin saber que esa pretendida canción protesta de los niños
cristianos frente a un mundo errático en realidad era una versión de La bella Lola cantada por la marina
mexicana en momentos de farra-.
... o producir un poco de luz

![]() |
Órgano barroco. Iglesia de Fermoselle |
![]() |
Cristo yacente. Iglesia de Fermoselle |
No se sabe si por esos pensamientos lumínicos en los que se debatía su pedaleo o por el sol de las primeras horas de la tarde, pero el caso es que se puso apocalíptica -literalmente- y le vinieron a la memoria las palabras que llamaron su atención el primer día de mayo, mientras contemplaba el órgano barroco y otras obras de arte de la iglesia de Fermoselle, y el cura leía con voz potente un pasaje del Apocalipsis en el que se decía que la ciudad brillaba cual piedra preciosa y jaspe traslúcido -como esas fotografías de la NASA en las que se ve el país entero con sus ciudades iluminadas-, pero que no necesitaba lámparas que la alumbrasen porque su luz era la justicia; o el amor; o Dios. O algo así.
![]() |
Fotografía: NASA's Earth Observatory |