domingo, 18 de diciembre de 2011

La vida al tresbolillo

Ni mi compañero de compartimento ni yo nos hemos animado a ensuciarnos las manos colgando las bicis en los ganchos dispuestos al efecto en un extremo del vagón. Tratándose de un viaje tan breve -apenas cuarenta minutos-, he preferido realizar el trayecto sentada en las escalerillas anejas al maletero, vigilando que la pata de cabra no fallase en una curva o en algún frenazo.

Desde este asiento a ras de suelo, veo al Pisuerga acercarse y perderse en los meandros que dibuja desde Dueñas a Venta de Baños, y, entre bucle y bucle del agua, me dejo hipnotizar por la simetría giratoria de unas choperas plantadas al tresbolillo. Se me antoja que son el reflejo exacto de mi vida en estas últimas semanas, una de esas ocasiones en que la jornada se impone como una secuencia de tres tareas, largas e intensas, idénticas cada día y sin recesos entre ellas. Suele ocurrir cuando debemos encerrarnos a terminar un trabajo de entrega inminente, o cuando el ingreso hospitalario de un familiar nos lleva a consumir noches o tardes enteras en una habitación saturada de calor, angustia y un poco de esperanza. En esas circunstancias, la bici es una compañera insuperable que convierte la rápida transición entre los tres escenarios de cada día en un improvisado recreo, y nos permite apresar el aire y la luz de esas ráfagas de realidad que desfilan delante de nuestros ojos como algo ajeno que se escapa a velocidad creciente.

Izquierda, Rodrígez Cabello, director de Bioforge. Derecha, Carlos Vaquero, Cirugía Vascular del Clínico. Centro, imágenes de un hueso sano y de un hueso afectado por osteoporosis (fotos Dicyt)
La lucha por la vida entre el laboratorio y los quirófanos

Entre esos destellos, el subconsciente selecciona los relacionados con lo que estamos viviendo. Y así, mientras pedaleo por una calle Mayor de Palencia vacía a las tres y media de la tarde -todos los escaparates brillando solo para mis ojos, y el suelo inmaculado hecho alfombra de fiesta para mis ruedas-, la cabeza se me va a las noticias que acabo de leer, y se me llena de agradecimiento hacia las personas que aportan avances en la lucha contra las enfermedades: Carlos Vaquero, jefe de Cirugía Vascular del Hospital Clínico, que hace unos días retransmitió, como parte de un simposio científico internacional, dos operaciones de cirugía endovascular, con técnicas pioneras que acortan muchísimo la duración de intervenciones complicadas, reducen el riesgo y hacen mucho más sencilla la recuperación del paciente; José Carlos Rodríguez Cabello y todo su equipo de Bioforge, que están desarrollando un material bioactivo –dentro de un proyecto europeo en el que participan científicos y empresas de ocho países- para producir implantes que permitirán la reconstrucción de huesos sanos en zonas dañadas por osteoporosis o por lesiones traumáticas; y toda la legión de médicos, enfermeros, pilotos de avión y de helicópteros, personal de aeropuertos y  de protección civil que hicieron posible, en un nuevo record de trasplantes, que la generosidad de 39 familias y donantes se haya convertido en vida para 94 personas.

La vida es música

Al finalizar la tarde, el panorama de la calle Mayor palentina ha cambiado por completo: a duras penas puedo abrirme paso, con la bici de la mano, entre la riada de gente que se ha reunido para contemplar la inauguración de las luces navideñas. Logro llegar hasta la estación de trenes, para comenzar otro trayecto que marca el límite hacia nuevos días de encierro -esta vez musical, de ensayos y actuaciones- en el auditorio de León y en el de Valladolid, donde más de doscientas voces hemos intentado convertirnos en una sola, cantando música de películas para recaudar fondos destinados a la ong Harambee, que financiará varios microproyectos de la Strathmore University, de Kenia, destinados a aliviar la situación de miles de personas emigradas a Kenia desde el cuerno de África, y a formar 350 maestros, ya que en esos entornos las escuelas son auténticos oasis de salvación e integración para los niños.

También ahora el enfoque selectivo de mi atención gira, sin que yo me dé cuenta, hacia la presencia de la música en la ciudad: desde el acordeonista callejero del túnel de Arco de Ladrillo, que acompaña casi a diario mi pedaleo por puente Colgante, pasando por el badoneón y el violín de los argentinos Tito Cartechini y Santiago Kuschevatzky (en las IX Jornadas del Acordeón "Ciudad de Valladolid"), hasta el concierto de Ángel Huidobro en la sala Delibes del Calderón cerrando el ciclo del bicentenario de Liszt. Sin olvidar la presentación del disco "Nazareno" grabado en el Auditorio Miguel Delibes por las hermanas Labéque y la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, bajo la dirección de Miguel Harth Bedoya y con el sello de la Deutsche Grammophon.

El revoloteo de la normalidad

Esta mañana, al retomar el ritmo de la vida normal, con el cansancio del poco sueño en las piernas y la borrachera en la cabeza de dos semanas tan intensas, la vista se fija en un pajarillo de cola larga y negra con dos manchas blancas en el plumaje, que revoloteaba delante de mí, como marcándome el camino. Se me adelantaba en cada volido y me esperaba posado en una ramita del seto que bordea el carril bici, para volver a escaparse con un zig-zag juguetón –qué lenta vas, colegota-, y a esperarme unos metros más allá.

Siguiendo con la mirada las piruetas del pájaro, mis pensamientos regresan a la variedad de la vida cotidiana: me pregunto cuál será la "firma importante" que el alcalde de Arroyo anuncia bajo el chaparrón de inauguración de los accesos a Ikea; y cómo será el final de la historia de la zona de La Antigua: ¿aparcamiento subterráneo o parque arqueológico?

2 comentarios:

  1. ¡Qué descripción tan bonita, y para mí familiar, de la visión de los árboles al tresbolillo al pasar a su lado!
    Un artículo precioso, me encanta leerte y de paso enterarme de muchas noticias de Valladolid.

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  2. Muchas gracias por tu comentario, anónimo. Me alegra que el blog te sirva para seguir las noticias de Valladolid. Ese es precisamente uno de los objetivos y de los logros de la bici: ayudarme a conocer mejor esta ciudad a la que mi hija Laura me enseñó a descubrir y a mirar con cariño.

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